Llévame lejos. De tu mano, en brazos, o a la espalda, pero llévame lejos, a un mundo donde yo pueda soñar. Donde el cielo esté a mi alcance y no me sea posible llorar más. En el que el mar sea dulce, y las nubes de algodón, que la luna se pueda tocar, y yo, feliz, cantar corriendo por la pradera que dé al País de Nunca Jamás. Ese país en el que nunca jamás te perderé, en el que podernos amar no es una sugerencia, es una obligación.
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